METATRAMA MÁLAGA. PARTE 6. Siglo XX - Málaga Nocturna

METATRAMA MÁLAGA. PARTE 6. Siglo XX

Metatrama VI

Siglo XX

España entra en el nuevo siglo intentando levantar cabeza tras la Guerra hispano-estadounidense y la consecuente pérdida de sus colonias en el Nuevo Mundo. Pero al país le espera un siglo difícil con crisis nacionales, dictaduras y una cruenta guerra civil, antes de poder verse una cierta estabilidad.
A principio de siglo Málaga intenta encumbrarse en un ambiente de depresión social y económica, intentando reinventarse, invirtiendo en agricultura, transporte e infraestructura.
En esta época el Sabbat intenta retomar el control como puede, sin embargo la Camarilla no deja de acechar, se adhieren tanto a la dictadura de Primo de Rivera como a los movimientos sindicales, afines a los ideales republicanos, y comienzan a usar sus influencias contra los territorios Sabbat.
Con la proclamación de la Segunda República la Camarilla lanza un ataque precipitado contra el Sabbat que se traduce en la quema de conventos e iglesias del 31, siendo el Sabbat desplazado completamente del poder en Málaga. Sin embargo, la quema crea un cisma entre Toreadores, que ven una atrocidad en este acto, y los Brujah que se pusieron al frente del ataque. Esta situación de desunión afectaría al gobierno de la Camarilla en la ciudad, acarreando unos resultados nefastos.
La Guerra Civil fue el escenario perfecto para que el Sabbat reconquistara la ciudad.
Con el Arzobispo Santos a la cabeza, el ataque fue brutal. El Sabbat cometió terribles atrocidades tanto en el mundo vampírico como en el humano, sometiendo a la ciudad a una de las represiones más duras de la guerra. Algunos dicen que estos crímenes fueron lo suficientemente horribles como para trastornar al propio Santos,creándole una paranoia e inseguridad relacionada con un posible contraataque de la Camarilla.
Durante toda la dictadura Santos se obsesiona con la seguridad de la ciudad, convirtiéndose en su principal objetivo y lo absorbe completamente durante años. Son los Obispos los que consiguen fomentar el desarrollo de los distintos aspectos de gobierno, pero debido a la obsesión del Arzobispo por la seguridad, estos movimientos y políticas de desarrollos se centran en la capital, quedando de este modo el resto de la provincia desgobernado, con una escasa participación del Sabbat en el gobierno de la Estirpe.
El abandono de la provincia por parte de Santos no pasa desapercibido, y es en esta época en la que hacen acto de presencia los Independientes. Poco a poco, varios de ellos comenzaron a instalarse en las costas de la provincia. Cuando fue evidente que el Sabbat no estaba interesado en sus movimientos y negocios, siempre que estuvieran fuera de los límites de la ciudad, aumentaron sus actividades haciéndolas crecer gradualmente, explotando los recursos que se dejaban de lado por parte de los cainitas de la ciudad.

Los independientes aprovecharon y fomentaron el boom turístico de la costa, haciendo que lo que antes eran pequeños pueblos como Marbella crecieran, convirtiéndose en símbolos del turismo y de riqueza.
El fin de la dictadura obligó al Sabbat a adaptarse a los nuevos cambios. Los Obispos de Santos habían tomado buena nota de los movimientos de sus ahora vecinos Independientes, copiando sus políticas de expansión económicas. En este momento eran evidentes dos cosas para la cúpula de gobierno Sabbat. La primera era  la ventajosa posición que habían tomado los independientes, y la segunda es que necesitaban un cambio de políticas que se adaptara a los tiempos de cambios. El gran problema era Santos.
La idea de expulsar a los Independientes fue vetada por el Arzobispo Santos. No estaba dispuesto a debilitar sus filas y recursos ante la posibilidad de un ataque de la Camarilla, que solo él esperaba que ocurriera. Por lo tanto la situación desembocó en una alianza entre Sabbats e Independientes. El Sabbat era nominalmente el gobernante de la provincia, y a cambio de que los Independientes siguieran en sus dominios, estos les pagarían una serie de tributos.

Con respecto a Santos, la solución fue sencilla, la obsesión del Arzobispo por la seguridad lo absorbía, por lo que mientras los Obispos las atendieran, o le presentaran proyectos en ese sentido, ellos podrían ocuparse de la ciudad sin ningún tipo de intervención por parte del Arzobispo.

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