Oscuros Sueños - Málaga Nocturna

Oscuros Sueños

Ilustración: Loish



Una tarde más estoy aquí. El despacho de mi terapeuta es pequeño pero acogedor. Él está terminando de atender una llamada personal. Sinceramente, aún no es mi hora. Hoy he llegado un poco antes. Quizás no haya sido un poco y eso haya extrañado incluso a David.

En el silencio de la habitación solo se escucha el ruido del reloj moverse segundo a segundo. Pocos títulos en la pared, una gran estantería con muchos libros y una mesa sólida en torno a la cual nos solemos sentar para hablar. Todo es muy humilde y David con veintiocho años muy joven para su profesión. La cruda realidad es que mi familia no se puede permitir mucho más.

Mi padre decía que eran estupideces mías, que debía intentar sobreponerme y seguir mi día a día. En cambio, mi madre se intenta mantener de una pieza, aunque esté rota por dentro de verme así. Ella fue la que me insistió casi entre lágrimas que viniera. No podía negarle eso, quería hacerlo por ella.

Si, hoy he venido antes y no suelo hacerlo nunca. Esta tarde sentía un gran agobio y presión en mi pecho y es que soy incapaz de hablar con mis padres. No es época de exámenes en el instituto así que puedo defenderme para intentar tener un poco de tiempo para mí, pero parece que no es suficiente. Tampoco soy una chica popular ni tengo muchas amigas o amigos. Encuentro mi mayor consuelo y entretenimiento en libros y en estar con mis padres. Soy muy despistada, se me pasa la hora, me suelo organizar mal y no me da tiempo a muchas cosas que quiero hacer al cabo del día, lo que convierte mi tiempo libre en efímero. Pero hoy, era tan fuerte ese sentimiento que me hizo llegar aquí antes.

Y es que mi problema está en la noche. Cuanto más se acerca la hora en que caiga el sol y toque ir a dormir, más inseguridad tengo, más tiembla mi cuerpo, más me aterra estar en mi casa. Una noche salí de madrugada a dar un paseo para despejarme. Las calles estaban totalmente vacías, ¿Quién va por ellas un día de diario? La ciudad era desoladora, vacía en la oscuridad de la noche. Quizás algunos operarios como los limpiadores de la calle o los basureros que me miraban con extrañeza al pasar. Y me lo volví a preguntar, ¿quién va por la calle un día de diario a esas horas de la noche? Gente con no muy buenas intenciones.

Según vi el primer grupo de indeseables a lo lejos, de los cuales no quiero ni saber lo que estaban haciendo entre una mezcla de gritos y celebración, decidí darme la vuelta y andar rápido. Creo que uno de ellos se dio cuenta de mi presencia y empezó a gritar. Los otros no le hicieron ni caso y tuve la suerte de no atraer su atención. Eso no me hizo sentirme mejor. Me produjo mayor ansiedad y tuve que volver rápido a casa, donde me vi entre la espada y la pared, entre mi mayor miedo y mi nuevo pánico.

Y es que David me ha debido ver en la cara como estoy, pues ha cancelado su siguiente cita. Él lo sabe. Sabe que coqueteo con esa infeliz idea de acabar con todo de una forma rápida e indolora. Sólo lo he pensado, nunca lo he intentado. Quizás por ser demasiado metódica y buscar la forma más precisa y correcta, pero verdaderamente porque no puedo causarles ese dolor a mis padres. Mi abuelo antes de morir, me dijo que era parte de la naturaleza lo que le estaba ocurriendo, que son los hijos los que deben enterrar a los padres y no al revés. No lo entendí en ese momento, solo no quería perderle.

Es ese momento lo que me aferra a este mundo. Ese dolor en el pecho, la angustia de no volver a verlo, el sentimiento de pérdida de alguien importante en tu vida. Es algo que cuesta mucho tiempo recuperarse. No busco eso para la gente que quiero. Por eso estoy aquí, para ver cómo solucionar mis problemas. David me lo ha dicho, no estoy loca, son malas pasadas que me está jugando el estrés y que le pasan a todo el mundo.

Mi ensimismamiento se rompe cuando él entra de nuevo en la habitación, sonriente como siempre y me empieza a hablar con ese tono tierno y conciliador que tanto me relaja. Se le nota cada vez más contento, seguramente estaría hablando con su mujer del futuro hijo que van a tener. Se le ve emocionado cada vez que habla del tema. Me gustaría algún día sentir eso por algún proyecto en mi vida.

Comenzamos a hablar como en cualquier sesión. Primero las típicas frases de cortesía, aunque realmente se preocupa por mí. Lo veo en su expresión cuando me pregunta que tal las últimas noches. Pero esta vez traigo novedades y algo nuevo que contar.

Anoche, algo interrumpo mi sueño, como otras muchas noches. Gracias a las pastillas que me recetó mi médico de cabecera, conseguía conciliar algo el sueño. Alguien pronunciaba mi nombre en medio de la oscuridad, una voz que había escuchado las otras noches. La misma voz que todas las noches hacía que me despertara de horror y agobio.

Repetía mi nombre de forma incesante y me llamaba, normalmente solía esconderme entre las sábanas. Era entonces cuando mi mente me jugaba la mala pasada de que había alguien más en la habitación, que paseaba alrededor de mi cama. Me estremecía de pensar que alguien desconocido podía estar allí y hacerme daño. Estaba totalmente a su merced.

David me interrumpió, me sintió agobiada relatando mi experiencia. Cogí aire y continué pues ahora llegaba la parte nueva. No sé por qué, pero cogí valentía de lo más hondo de mi ser, levanté aquella sábana y me puse de pie de un salto. Era el momento de enfrentar a mis miedos. Y para mi sorpresa no había nada. ¡Absolutamente nada! Comencé a reír de pura felicidad por lo que había hecho hasta que sentí algo rozarme el pie.

Me quedé rígida y miré hacia abajo, no había nada. ¿No habría pasado realmente? Entonces lo sentí desde el suelo, como algo intentó agarrarme el pie. No lo entendía asi que volví a la cama y esta comenzó a moverse de un lado a otro, como si alguien intentara mecerla. Comencé a sentir como una multitud de manos comenzaban a posarse en mis piernas, como comenzaban a subir por mi espalda e incluso coger mi pelo.

La sensación fue horrible y no conseguía ver nada en medio de la oscuridad. Las caricias se convirtieron en pellizcos, y los pellizcos en golpes. Cuando levanté mi ropa para enseñarle los cardenales y las marcas de mi piel se quedó sorprendido.

La voz volvió hablarme aquella noche. Palabreaba mucho de un idioma desconocido para mi o palabras al azar. Cuando conseguí calmarme y todo parecía que había terminado, la ventana se abrió y algo me empujó a acercarme a ella. El hecho de que algo me empujara contra el marco de una ventana a un quinto piso hizo que volvieran todos mis miedos de golpe, pero aún fue peor escuchar otra vez esa voz. Esta vez parecía desgarrada y solo mencionaba una y otra vez: “Enciende la luz para ver tu oscuridad. Nunca está saciada, te van a devorar”.

Cuando me quise dar cuenta, dos horas había pasado en la consulta y era el momento de poner punto y final. El móvil de David de nuevo vibró y se excusó un momento, quería despedirse de mí. Me sentía más desahogada de contarlo todo y al mirar hacia el sitio de David vi su cuaderno de notas, en el que siempre apuntaba cosas sobre nuestras sesiones.

La curiosidad me pudo y tuve que echar un ojo. Horrorizada solo vi listas de nombre seguramente para un bebe, tareas de cosas por realizar o incluso bocetos de intentar dibujarme a mí. Las únicas anotaciones que había sobre el caso era sobre que llevaba puesto, que me autolesionaba, medicación que me podían recomendar y que él debía hablar con mis padres.

Había vivido un engaño y ya no me sentía segura en el único lugar en el que me podía desahogar. Muy triste me marché sin despedirme para volver a mi casa, para ver si esa cosa que me visita por las noches es capaz de hacer lo que yo no tengo valor a realizar.



Ruth San Noberto Peral

2009

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