Isabel. Narrador Málaga Nocturno. - Málaga Nocturna

Isabel. Narrador Málaga Nocturno.






Corría y corría, todo la fuerza que sus piernas le daban, no sabía cuando había perdido las botas. Oía el jadeo de los perros que intentaban seguir su estela a través de los pinos, alcornoques y castaños. Los animales salvajes: ginetas, zorros, y los extraños meloncillos ya tan escasos en la Sierra de Málaga, apenas podían reaccionar cuando ya la tenían encima, pero ella los ignoraba. Hoy solo quería eso, correr.

Llegó a un claro donde una roca sobresalía de la tierra, entre las raíces de una gran encina, como un altar improvisado o un trono natural. Los perros llegaron y se echaron al suelo con las lenguas fuera y los corazones palpitando por el esfuerzo.

Caminó hasta la roca y se tumbó allí, mirando las estrellas que casi no se veían por la contaminación lumínica. Pero agudizó sus sentidos y pudo ver claramente a la Ballena y el Pegaso, al norte la Reina y el Héroe. Y descubrió nuevas estrellas y jugó a ponerles nombres, mientras veía a las que ya las tenían: Said, Ivan, John... Sus ghoules muertos por una ciudad y una guerra que ahora veía tan inútiles y que no merecían sus sacrificios.

De pronto el ruido de un motor la sacó del trance. En la carretera más arriba un todoterreno con tres humanos y unos perros habían aparcado. Olió la excitación de los hombres, el miedo de los perros, y se levantó. Los mastines y el pastor alemán la siguieron.

Los tres humanos se habían adentrado en el bosque, hablaban con ese acento que le resultaba tan irritante a Natalia. Observaba en la oscuridad cómo colgaban sogas de los árboles mientras arrastraban a los galgos a su cruel destino.

La Gangrel respiró hondo y dio una orden a su improvisada manada, "a cazar". Salió de dónde estaba escondida y se acercó a los humanos, que conforme veían la sonrisa en su rostro, empezaban a oler a miedo y desesperación. Uno de ellos se atrevió a amenazarla con una escopeta de cazador que apenas podía sostener de la impresión.

- Yo que tu, bajaba esa arma. No te va a servir de nada y lo único que vas a hacer es empeorar más las cosas para ti.

El humano disparó el arma. Y la Gangrel esquivó el disparo, colocándose en cuestión de segundo al lado de él.

- Has sido estúpido. Por eso morirás el último, después de ver cómo tus galgos devoran las entrañas de tus camaradas. Y mientras, tú solo podrás mirar y mearte del miedo.

Y la noche se llenó de alaridos de los humanos y ladridos de perros.

-Relato de una noche cualquiera. Natalia Pacheco de Toledo, Guardiana del Puerto de Málaga.


Isabel Castillo López
aka IoriDesigner







No hay comentarios.

Con tecnología de Blogger.