La Nada en la que estás, placentera, sublime y restauradora; comienza a retorcerse. Todo tiembla a tu alrededor, como si un terremoto sacudiera el universo en el que estás sumergido. Eres consciente de tu vulnerabilidad y quieres salir de allí, a pesar de que las consecuencias pueden conllevar tu destrucción.
Tu instinto te dice que despiertes.
De pronto, sientes como frías manos invisibles te aprisionan, te agarran y te empiezan a quebrar las costillas, los brazos, las piernas… Quieres gritar, pero la Nada entra en tu boca y arrastra el barro hasta tus pulmones, los sientes colapsar. Y algo más poderoso que tú toma el control.
Consigues salir a la superficie, solo que no eres tú; es esa Bestia que lucha por salir cada noche. Te sacias con todo ser vivo que se cruza en tu camino.
Cuando vuelves a recuperar el control, sientes los huesos rotos, el estómago y los pulmones llenos de tierra y las heridas de quemaduras por tu rostro y tus brazos.
Estás a salvo, en una cueva, pero sientes el día apagándose en el exterior. Herido y asustado, comienzas a darte cuenta de un hecho horrible: la tierra te ha expulsado, y si no te hubieras fusionado en esa gruta subterránea, habrías muerto bajo el sol.
El parque está más concurrido de lo habitual. Los Gangrel están nerviosos y decaídos. Los accidentes se han repartido a lo largo de todo el territorio y de maneras aleatorias.
Algunos no ven en los rincones oscuros donde se esconden para dormir y alimentarse; otros se han visto atacados por los animales del bosque, los mismos que siempre han sido aliados del Clan; también hay varios casos de expulsados por la tierra durante el sueño diurno…
Hay descontrol, miedo y rabia.
De entre la maleza, sale una Gangrel que no habíais detectado. Pequeña, desarrapada pero con unos ojos imponentes. Su voz pausada os habla desde fuera del círculo:
-Un Althingi ha sido convocado. Debéis acudir todos y por primera vez, organizar la resistencia del Clan. Que la noticia corra y vuele a todos los rincones del Sur.
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