Una mala noche para echar un cigarro - Málaga Nocturna

Una mala noche para echar un cigarro



19.09.28 21:30 horas. Una calle cualquiera cerca de las Universidades. 

Ella estaba apoyada en una farola mirando distraída el móvil cuando Eloy apareció. Su belleza se veía iluminada por la luz blanca de la pantalla. Taconeaba ligeramente el suelo y su mano parecía nerviosa cuando se acercaba el cigarro a la boca.

Para Eloy, sin embargo, era otra presa más. No estaba preocupado ni por el sabor de su sangre ni por el juego previo a la caza. Sólo quería su chute diario para mantener en calma El Ansía. Le hubiera dado igual que fuera camarera, recepcionista de un hotel o trapecista en un circo. Él sólo buscaba la sangre para aliviar las voces deprededadoras de su cabeza.

Lo hizo con uno de sus típicos rituales de, en algunas ocasiones, usaba: entablaba una conversación banal con ella (que ya ni recordaba), le pedía fuego y finalmente hacía una pregunta sobre un lugar que estaba a la espalda de la presa. Aprovechaba el giro reflejo de su cuerpo para tomarla por sorpresa y beber ansiosamente de su cuello.

Eloy observaba la situación como una película que hubiera visto otras veces; ella se desvanecía mientras la apoyaba en el suelo y lamía la herida de su dentellada para pasar posteriormente pasar al ritual de despedida: palabras de protocolo para que pareciera una pérdida de consciencia por cualquier motivo, acompañamiento hasta un lugar seguro para la víctima y retirada discreta antes de que pudiera parecer más preocupado de lo que en realidad no estaba mientras apuraba un cigarro.

19.09.29 0:30 horas. A las puertas de un lugar seguro para los vástagos.

Eloy había salido del lugar sabiendo que todo el mundo había visto como era golpeado e insultado por Melalo. A pesar de que pertenecían a la misma sangre el gitano no lo quería cerca suya. Eloy ya lo había intentado en otras ocasiones y siempre con había obtenido el mismo resultado.

Y esa noche no estaba dispuesto a soportar más insultos y golpes. No necesitaba sentirse, de nuevo, como un apestado. Así que salió fuera de la zona controlada por los cainitas para fumarse un último cigarro antes de marcharse a su puto agujero.

Al salir vió a los tres tipejos sangre sucia a las puertas del edificio y que, también, lo habían estado acosando durante las noches anteriores. Estaban parados como esperando que ocurriera algo; como si hubieran sido llamados a una cita. Sabía que tendría que pasar junto a ellos para largarse de allí y esperaba no tener problemas con ellos.

El puto encendedor no le funcionaba bien y cuando estaba a unos metros de ellos se paró para ver si podía encenderse el pitillo de una vez. Sin embargo eso fue lo último que hizo esa noche conscientemente.

Mientras trataba de encenderlo, una furgoneta oscura llegó como una exhalación, se paró delante de ellos mientras varios tipos armados bajaban de ella disparando a quemarropa a los que estaban allí parados. Si hubiera habido niños jugando hubieran caído. Si hubiera habido jubilados sentados en un banco habrían caído. Si hubiera un tipo tratando de encender un puto cigarro, lamentablemente, también habría muerto.

La cabeza de Eloy golpeó contra el suelo como un melón maduro y con los ojos aún abiertos pudo ver que tras él estaba Mercurio, su querido hermano de sangre y Carolina, aquella Brujah del centro tirados en el suelo con múltiples y mortales impactos de bala.

No comprendía absolutamente nada y su último pensamiento fue que a nadie se le debería ejecutar sin que antes echara un último puto cigarro. Eso no era humano.

19.09.28 12:30 h En una morgue de cualquier hospital

Después de una mañana ajetreada de papeleo los tipos que habían estado manoseando los cadáveres se habían marchado. Sabía que los seres neutros, como los llamaban, no podrían salir a la luz del sol. Bajaron la temperatura del lugar hasta los 3ºC, apagaron las luces y cerraron con llave el lugar imaginando que hasta la noche no tendrían que volver a controlarlos. Tenían algunas horas para descansar después de un trabajo bien hecho.

19.09.28 16:45 En un agujero oscuro y helado

En la boca de Eloy se agolpó el sabor metálico de la sangre de la chica de la farola. Estaba tumbado, encerrado y helado. Sin embargo su Ansía le decía que necesitaba salir de allí como fuera, que tenía que volver a ver la noches y a, como no, echarse ese último cigarro.

19.09.28 18:23 h. En una morgue de cualquier hospital

Unos dedos con las uñas pintadas de negro salieron de uno de los agujeros para cadáveres refrigerados de la morgue. La luz de emergencia era lo único que iluminaba al estancia.

Del nicho metálico, lentamente, fue saliendo un cuerpo moribundo que se desparramó, acto seguido, en el frío suelo. Completamente moribundo, Eloy se arrastró hasta conseguir, apoyándose en la impoluta camilla de autopsias, ponerse en pie. Su cuerpo estaba desnudo y un par de heridas de bala atravesaban su cuello. Heridas que para un humano habrían sido mortales.

Quedó quieto por algunos minutos tratando de recomponerse como pudo mientras trataba, no sin esfuerzo, comprender qué había sucedido.

No sin esfuerzo se acercó hasta el resto de nichos metálicos y los fue abriendo uno por uno. Allí estaban los tres sangres sucias, Carolina y su amado hermano Mercurio. Pero su debilidad era tan extrema que no podía pensar con claridad en cómo salir de allí. Llegó a pensar en buscar un cigarro donde fuera encenderlo y sentarse en el suelo a esperar que, esta vez sí, acabara su agonía.

Y de nuevo el sabor de la sangre llenó sus sentidos y, sin pensar, con un arrebato dirigido por El Ansia vio a Carolina y supo que ahí estaba su salvación.

Clavó sus colmillos en uno de sus tobillos y bebió la poca vitae que pudo. Llevaba meses sin probar la sangre de vampiro, puesto todos los vástagos de Málaga se la habían negado. Y sintió tal subidón que le recordó a los primeros sorbos que, hace años, dio de Alejandra.

Después de eso todo fue más fácil. Con la sangre Brujah corriendo por sus venas tumbó a Mercurio sobre la camilla de autopsias y salió de allí cagando leches. No le resultó difícil hacerse con una ambulancia; algo más duro fue soportar los rayos indirectos del sol al salir del sótano de aquel puto hospital.


Y mientras buscaba un refugio seguro sólo pensaba en aquellos sorbos que dio la noche anterior bajo aquella farola y en el cigarro que se iba a echar una vez llegara a casa.


Eloy


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